La flora intestinal juega un papel primordial en el desarrollo de la esclerosis múltiple
(San Francisco).-La esclerosis múltiple es una enfermedad 
neurodegenerativa que padecen cerca de 47.000 españoles –y hasta 2,5 
millones de personas en todo el mundo–, en su mayoría mujeres.
Una patología que en engloba dentro de las denominadas ‘enfermedades autoinmunes’,
 esto es, en las que el sistema inmunitario del afectado ataca a las 
células del propio organismo –en este caso concreto, destruye la capa de
 mielina que recubre las neuronas– y que aún a día de hoy carece de 
cura. De hecho, y si bien ya se han identificado distintos factores de 
riesgo –tanto genéticos como ambientales– de la esclerosis múltiple, 
todavía se desconoce la razón por la que esta se desencadena. De ahí la 
importancia de los resultados de sendos estudios publicados en la 
revista «Proceedings of the National Academy of Sciences», en 
los que se demuestra la existencia de una relación entre la flora 
intestinal y el desarrollo de la enfermedad y, por tanto, abren la 
puerta al diseño de nuevos tratamientos no solo frente a la esclerosis 
múltiple, sino al conjunto de patologías autoinmunes en general.
Como explica Sergio Baranzini, de la Universidad de California en San Francisco (EE.UU.) y director de la primera investigación, en
 nuestro trabajo hemos estudiado los efectos inmunorregulatorios de la 
microbiota intestinal humana sobre la esclerosis múltiple. Los 
resultados nos han permitido identificar las especies bacterianas 
específicas asociadas a la enfermedad y demuestran que estas bacterias 
regulan la respuesta inmune adaptativa mediada por los linfocitos T y 
contribuyen al ambiente proinflamatorio tanto in vitro como en vivo.
Diversidad bacteriana
Distintas investigaciones previas han mostrado que los modelos 
animales –ratones– manipulados genéticamente para padecer 
encefalomielitis autoinmune experimental –EAE, un equivalente ‘ratonil’ a
 la esclerosis múltiple en humanos– no llegan a desarrollar la 
enfermedad en caso de crecer en un ambiente libre de gérmenes. Un 
resultado que sugiere que la flora intestinal juega un papel en la 
regulación de la actividad inmunitaria del sistema nervioso central. 
Pero, ¿ocurre también así en los humanos? Y llegado el caso, ¿puede 
esperarse que el tipo de especies bacterianas que componen la microbiota
 intestinal difiera en función de que una persona padezca o no 
esclerosis múltiple?
Para responder a esta pregunta, los autores analizaron la composición
 de la flora intestinal de 71 pacientes diagnosticados de esclerosis 
múltiple y edades comprendidas entre los 19 y los 71 años y la 
compararon con la de 71 voluntarios que, de la misma edad, no padecían 
la enfermedad –grupo control.
Los componentes del microbioma humano pueden contribuir al desarrollo de la esclerosis múltiple
Gurumoorthy Krishnamoorthy
Los resultados mostraron que la flora de los pacientes y de los voluntarios sanos era, en esencia, prácticamente similar. Sin embargo, detectaron algunos ‘matices’ muy importantes. Y es que comparada frente a la de los sujetos del grupo control, la microbiota intestinal de los pacientes con esclerosis múltiples tenía unos niveles muy elevados de dos especies bacterianas –‘Akkermansia muciniphila’ y ‘Acinetobacter calcoaceticus’– y unos niveles ínfimos de bacterias del género ‘Parabacteroides’. Y estas diferencias en la composición de la flora, ¿están relacionadas con la enfermedad? Pues parece que sí. Los experimentos llevados a cabo en el laboratorio con cultivos de células sanguíneas humana mostraron que tanto ‘A. muciniphila’ como ‘A. calcoaceticus’ promueven la diferenciación de linfocitos T cooperadores proinflamatorios. Y asimismo, que ‘A. calcoaceticus’ inhibe la diferenciación de los linfocitos T reguladores, tipo de leucocito –o glóbulo blanco– especializado en desactivar o ‘suprimir’ la respuesta inmune, lo que resulta muy útil para que el sistema inmunitario no ataque por error a las propias células del organismo –tal y como sucede, finalmente, en la esclerosis múltiple.
Los resultados mostraron que la flora de los pacientes y de los voluntarios sanos era, en esencia, prácticamente similar. Sin embargo, detectaron algunos ‘matices’ muy importantes. Y es que comparada frente a la de los sujetos del grupo control, la microbiota intestinal de los pacientes con esclerosis múltiples tenía unos niveles muy elevados de dos especies bacterianas –‘Akkermansia muciniphila’ y ‘Acinetobacter calcoaceticus’– y unos niveles ínfimos de bacterias del género ‘Parabacteroides’. Y estas diferencias en la composición de la flora, ¿están relacionadas con la enfermedad? Pues parece que sí. Los experimentos llevados a cabo en el laboratorio con cultivos de células sanguíneas humana mostraron que tanto ‘A. muciniphila’ como ‘A. calcoaceticus’ promueven la diferenciación de linfocitos T cooperadores proinflamatorios. Y asimismo, que ‘A. calcoaceticus’ inhibe la diferenciación de los linfocitos T reguladores, tipo de leucocito –o glóbulo blanco– especializado en desactivar o ‘suprimir’ la respuesta inmune, lo que resulta muy útil para que el sistema inmunitario no ataque por error a las propias células del organismo –tal y como sucede, finalmente, en la esclerosis múltiple.
Es más; los pacientes con la enfermedad presentan unos niveles 
anormalmente bajos de bacterias del género ‘Parabacteroides’, que como 
muestra este estudio promueven la diferenciación de los linfocitos T 
reguladores.
En definitiva, como indica Sergio Baranzini, «nuestros resultados 
amplían el conocimiento de la regulación microbiana de la inmunidad y 
podrían establecer la base para el desarrollo de terapias basadas en el 
microbioma y dirigidas al tratamiento de las enfermedades autoinmunes».
Trasplante fecal
Por su parte, los autores del segundo estudio tomaron muestras de la 
flora intestinal de 34 pares de gemelos –parejas en las que un hermano 
padecía esclerosis múltiple y el otro no– y las trasplantaron en ratones
 genéticamente manipulados para desarrollar EAE. En este caso, los 
animales que recibieron las muestras de los pacientes con esclerosis 
múltiple tuvieron una incidencia mucho mayor de EAE que aquellos cuyos 
en los que se trasplantó la flora del gemelo sano.
Como concluye Gurumoorthy Krishnamoorthy, del Instituto Max Planck de
 Neurobiología en Planegg (Alemania), «nuestros hallazgos sugieren que 
los componentes del microbioma humano inducen una autoinmunidad 
específica en el sistema nervioso central y, así, pueden contribuir al 
desarrollo de la esclerosis múltiple».
Fuente: ABC
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